Falta ya poco para el fin de las vacaciones, pero este creo que es el único año en que he estado deseando que se acaben casi desde que empezaron. Las cosas han ido llegando una detrás de otra, pero las vamos superando...más o menos: Problemas de salud en la familia, también de relaciones, un robo, cosas que se estropean...
Sin embargo, ha llegado un momento en que parece que te vas acostumbrado a este tipo de cosas, en que crees que ya cualquier cosa puede ocurrir y que tienes que estar preparado para lo que sea, que no hay que acobardarse.
Y luego, te pones a ver el telediario y te dices: Qué imbécil soy, y yo quejándome de lo que me pasa. Hablas con amigos y conocidos, y todos están igual, al que no le pasa una cosa le pasa otra.
El caso es que yo hablaba en una ocasión de "volver a la normalidad" y Rafa me decía que la normalidad no existe. Que esto es la normalidad. Pero no lo creo así. Lo normal es lo cotidiano sin alteraciones de ningún tipo. A eso me refiero yo, a un poco de rutina.
2 comentarios:
Ay, Ana, que dan miedo tus entradas. Acabo de aterrizar por aquí y me encuentro esa tristeza. Venga, que no me puedo creer que no haya motivos de alegría. Bienvenida a la blogosfera y ánimo (tener cosas que contar, aunque sean tristes, es por sí mismo motivo de alegría y señal de que estamos vivos). Un saludo.
Hombre, poco a poco me voy animando, pero es que cuando te cuente... no te lo creerás. Tú todo bien, espero. Un saludo, que nos vemos pronto.
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