08 octubre 2009

¡¡SILENCIO!!


A muchos les resulta curioso que yo nunca haya ido a una discoteca. No es que no haya tenido la oportunidad de ir, ni que no haya tenido ganas en algún momento. La primera vez que me enfrenté ante la cuestión de ir o no ir fue cierto fin de curso, que mis compañeros iban a celebrarlo allí, y le pedí permiso a mi madre para ir. Me dijo que la decisión era mía.
¿Por qué he decidido no ir nunca?
El primer motivo, y fundamental, es que no me gusta. Me gusta estar con amigos y amigas, pero en un ambiente de ese tipo me siento mal. El humo del tabaco me asfixia, el ruido excesivo me marea, y mantener una conversación con los amigos resulta una lucha de titanes. (Ya una vez en el Zumolandia de La Coruña, se les pasó la mano con el nivel de música, y cuando salí de allí estaba afónica porque había forzado la voz para hablar con los amigos(reflejo de Lombard), y aún así no me habían escuchado!!).

Hoy, en una de las clases con mis alumnos estudiábamos que el ruido en las discotecas desencadena además una serie de procesos endocrinos en nuestro cuerpo cuyo resultado inmediato es un estímulo de la actividad física y del movimiento que provoca la necesidad de comer y beber, y por tanto, incrementa la consumición en el local.

La verdad es que me parece que estamos creando una sociedad abocada a la sordera. Estamos expuestos constantemente a unos niveles de ruido tremendos. Y otras veces, para "no molestar" (o aislarnos) vamos con nuestros mp3, Ipod, etc con los auriculares ahí bien cerquita del tímpano.

¿Quién puede disfrutar de unos momentos de silencio? ¿A quién no le molesta el ruido de los vecinos, de las motos que pasan por la calle en plena noche, el camión de la basura a las 4 de la mañana...?

Recuerdo una vez que sentí el silencio. No era silencio absoluto, eso es prácticamente imposible. Fue cuando asesinaron a Alejandro Blanco. Recuerdo que yo vivía entonces en La Coruña, y fui al Centro Comercial Los Rosales, y se había previsto un minuto de silencio por él. En un Centro Comercial siempre hay mucho barullo. Pero en aquel minuto, todo quedó callado. La gente se paró, enmudeció, los locales apagaron sus equipos de sonido. Corrían lágrimas de algunos rostros. Me impactó.

Ojalá nuestros silencios no fueran sólo la respuesta a actos criminales, o por protesta. Ojalá pudiera ser una parte sustancial de la sociedad, y tuviéramos momentos de paz y serenidad colectiva. No un aislamiento solitario.

SILENCIO, POR FAVOR!!

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